Comenzamos en el pueblo de San Miguel de Abona, concretamente en la plaza y junto a la casa del Dr. Juan Bethencour Afonso. Nacido en 1847, ejerció como médico, político en el Partido Liberal, periodista y, sobre todo, científico. Publicó múltiples trabajos relacionados con las costumbres aborígenes canarias y descubrió varios asentamientos guanches.
Actualmente, la casa se enseña como museo tras ser restaurada por el Ayuntamiento pues sufrió un incendio en 1978.
Siguiendo el camino real podemos llegar hasta un manantial que surge en el propio barranco y que se conoce como la fuente de Tamaide.
Allí se conseguía el líquido tan codiciado en tierras del sur, el agua. Se permitía así el crecimiento cercano de pequeños caseríos. Como ejemplo tenemos el caserío de la Hoya. Un conjunto de pequeñas casitas cubiertas por tejas de apenas una o dos habitaciones y que se encuadran en la caída de los barrancos, cercanas al manantial y alejadas de la costa para evitar el ataque de los piratas.
Llama la atención el horno para cocer las tejas de barro que cubrían dichas casas. Este horno hoy ha sido restaurado y podemos verlo en la fotografía inferior.
Siguiendo nuestro recorrido, bajo el acecho del roque de Jama, encontramos la casita del Gato. Vivienda de un medianero de la zona. Actualmente se encuentra en ruinas aunque se conerva perfectamente la era junto a la casa. Allí entramos para buscar un rato de sombra y refrescarnos.
A lo largo de nuestro recorrido y ya casi llegando a Aldea Blanca vamos encontrando grandes áreas de cardones que han ocupado el paisaje.
Sin embargo, de todo el sendero, lo que más me llamó la atención fueron los petroglifos existentes al desviarnos mínimamente dirección al barranco. Se conocen como dameros y los describe perfectamente el Dr. Bethencourt en sus estudios.
Animo a los amantes del senderismo a no olvidar estas rutas del sur de la isla tinerfeña que también tienen su encanto.