Un temporal tras otro. Lo últimos inviernos están demostrando lo poco preparados que estamos para afrontar las inmensas cantidades de agua que han caído en pocos días así como los devastadores efectos del viento. Y seguiremos tropezando en la misma piedra como sólo el hombre sabe hacerlo.
Espero que, a partir de ahora, las nuevas edificaciones tengan en cuenta las adversidades meteorológicas y no se contruyan garajes sin contar con la posible dirección de las aguas torrenciales o no se adornen las fachadas de los edificios con paneles que el viento pueda canvertir en armas arrojadizas.
Tiene que llegar una situación como la que hemos pasado para que empezemos a darnos cuenta que no podemos ir contra la Naturaleza. Construir en barrancos o agrandar nuestras islas quitándole espacio al mar puede llegar a ser muy peligroso. Decía mi abuelo que "el mar siempre volverá a tomar lo que le pertenece".
Lo único bueno de todo lo pasado es la abundancia de embalses repletos de agua que ayudará a calmar la sed de los campos durante unos años. Y es que el hombre sólo puede domar a la Naturaleza pero nunca podrá dominarla.
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