Muchas veces, para conocernos mejor, sólo tenemos que fijarnos en nuestros padres. Somos, con ciertos matices, reflejo de ellos. En sus virtudes y defectos nos repetimos gran cantidad de veces. Pero también podemos tener más datos de nosotros en nuestros propios hijos. Sus gestos, sus formas de pensar y actuar, sus creencias y dudas también pueden ser reflejo de cómo somos.
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